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  EL BIEN Y EL MAL
 

EL BIEN Y EL MAL

 
 
- OddíKá EbóinLaiyé -
 
 
En todas las comunidades humanas de todas las épocas y lugares, el hombre se enfrentó a experiencias de vida que se relacionaron con acciones personales y colectivas, y estas acciones en algún momento fueron interpretadas como adecuadas o no adecuadas, según la conformidad de sí mismo o según la conformidad de los demás, con los resultados de esas acciones.
Fueron los primeros pasos en el nacimiento de la moralidad, de la legalidad, y de la ética humana.
Fueron los primeros momentos en que comenzaron a estructurarse los conceptos del bien y del mal.
Y aún hoy, qué es el bien y qué es el mal, qué es bueno y qué es malo, es motivo de controversia, de desacuerdos y de confusión.
Pero qué es el bien y qué es el mal, qué es lo malo, y qué es lo bueno, son conceptos que es imprescindible aclarar, antes de ser utilizados para afirmar, para negar, o para definir algo, o a alguien.
 
En el Libro: Eclesiastés o el Predicador, en el Antiguo Testamento, de la Sagrada Biblia, se lee:
 
Todo esto he visto en los días de mi vanidad.
Justo hay que perece por su justicia, y hay impío que por su maldad alarga sus días.
(...)
Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque.
(Ec. 7. 15, 20)
 
Hay vanidad que se hace sobre la tierra: que hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de impíos, y hay impíos a quienes acontece como si hicieran obras de justos.
(Ec. 8. 14)
 
De estos fragmentos deriva una enseñanza básica: El bien y el mal son conceptos relativos.
Significando que la vida debe y puede entenderse desde una perspectiva ampliada, a través de una visión dialéctica, flexible, sin compromisos.
Significando que la moderación, - y no las conductas extremas -, es la forma natural y apropiada de vivir.
 
En el mismo Libro, la Escritura declara:
 
Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.
(Ec. 3. 1-8)
 
Este texto advierte que matar, destruir, romper, aborrecer, guerra, todas y cada una de estas acciones humanas, tienen un valor relativo. ¿Por qué?
Porque todas estas acciones son válidas, justas, y necesarias, dentro de su espacio - tiempo concreto.
Y por oposición, fuera del contexto espacio - tiempo propicio o apropiado, cualquiera de estas acciones, o todas ellas, se convierten en injustificadas, injustas, innecesarias.
 
En esta exposición de conceptos, las Escrituras muestran qué debe entenderse por malo o por bueno; cómo se define el mal y cómo se define el bien desde la perspectiva espiritual más elevada: bajo la mirada y aprobación de Dios.
 
 
¿QUÉ ES EL MAL, Y QUÉ ES EL BIEN?
 
¿Qué es el Mal?
 
El mal es fuerza en acción, manifestándose en un contexto de lugar, tiempo, o persona, no adecuados.
 
¿Qué es el Bien?
 
El bien es fuerza en acción, manifestándose en un contexto adecuado en cuanto a lugar, tiempo, o persona.
 
 
En el Libro Primero de Moisés, Génesis, en el Antiguo Testamento, la Escritura narra:
 
Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado.
Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal.
(Gn. 2. 8, 9)
 
De manera que Jehová Dios hizo nacer en el huerto que plantó, un árbol muy significativo, muy especial: (...) el árbol de la ciencia del bien y del mal.
Ese árbol de la ciencia del bien y del mal se identifica y se reconoce por las mismas Escrituras, como imprescindible para acceder a la sabiduría.
El nombre mismo de ese árbol: árbol de la ciencia del bien y del mal, es suficientemente indicador de que el bien y el mal, es un tema que no es posible enmarcar en el estrecho espacio de perspectivas personales, fundamentadas en aspectos emocionales, sentimentales, o éticos.
Incluso, las Escrituras hacen referencia a una ciencia del bien y del mal.
 
En el Libro: Job, en el Antiguo Testamento, se cuestiona:
 
(...) ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?
En todo esto no pecó Job con sus labios.
(Job. 2. 10)
 
Como se observa, Job dice que así como se espera que se reciba de Dios el bien, también se esperaría que se recibiese de Dios el mal.
Y la Escritura deja constancia de que al decir esto: no pecó Job con sus labios.
 
En el Libro: El Santo Evangelio según San Mateo, en el Antiguo Testamento, se narra un diálogo con Jesús:
 
Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?
Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas
si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.
(Mt. 19. 16, 17)
 
Jesús responde a la pregunta que se le hizo, pero aún antes de responder a la pregunta, Jesús cuestiona que a él se le llame bueno:
 
Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno?
 
Y prefiere reservar el calificativo de: bueno, para Dios:
 
Ninguno hay bueno sino uno: Dios.
 
Jesús está insinuando que él mismo podría, en determinadas circunstancias, ejecutar actos que podrían ser considerados como obras no apropiadas de un hombre bueno, a la luz de la limitada comprensión de la generalidad de las personas.
 
¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios.
 
 
Con respecto al bien y al mal, es hora de aprender los principios siguientes. Apréndanlos, vivan con ellos y aplíquenlos en cada día de sus vidas.
También enséñenlos a vuestros hijos y a todos los que no los conocen; porque el mejoramiento del mundo que todos desean, depende de que así lo hagan.
 
1
El bien es el resultado de una acción apropiada.
El mal es el resultado de una acción no apropiada.
El bien es una energía adecuada en tiempo, espacio, persona.
El mal es una energía no adecuada en tiempo, y/o en espacio, y/o en persona.
El bien es la acción que corresponde hacer, sea ésta cual fuere.
 
2
La vida es un despliegue continuo, es una evolución infinita.
Significa que:
La perfección humana no nace, se hace.
La destreza, fue antes torpeza.
La experiencia, fue antes incompetencia.
La sabiduría, fue antes un estado de ignorancia.
Los adultos todos, fueron antes, niños, porque el estado inicial no permanece inamovible.
Lo quieran o no, lo entiendan hoy o no, ya sea que estén dispuestos a admitirlo como una probabilidad, o que aún no lo estén, todo evoluciona, y todos evolucionan.
Incluso aquellas personas que parecen estar transitando por la Vida sin cambios, incluso ellos están evolucionando.
El cambio de una persona puede ser tan ostensible que el mundo entero lo conozca; también puede ser tan sutil que no lo perciba ni él mismo o ella misma, pero se está produciendo constantemente.
Esa misma evolución afecta a todos, arrastra a todos.
Y es preciso entender que, por virtud de esa evolución, todo lo que hoy es "bueno", fue antes "malo".
Las personas que hoy son un modelo para copiar en cuanto a bondad, generosidad, o en cuanto a eficiencia, esas mismas personas, hace poco o hace mucho, en algún momento de su pasado, fueron representantes de todo lo que hoy no harían; fueron literalmente "malas". Está escrito en sus historias, recientes o remotas. Les sucedió a todos, y continúa sucediendo, porque la evolución es una ley cósmica.
 
3
Sean comprensivos con los "malos".
No caigan en la trampa espiritual de mal-decirles. No les maldigan, porque hacerlo no sería justo.
Si ustedes se consideran "buenos" piensen que esa es siempre una condición evolutiva; porque ese es un estado que ustedes alcanzaron, pues ustedes no siempre fueron así. Y ¿qué sucedió? Sucedió que la evolución hizo su obra, ¡y ustedes cambiaron!
Así sucederá con estos "malos" de hoy. Ellos también evolucionarán; ellos también cambiarán. No podrían dejar de hacerlo; porque ellos están integrados a la corriente de Vida del Universo. Y la Vida es un despliegue continuo; la Vida es una evolución infinita.
Ellos también cambiarán, a través del tiempo y de los espacios, a través de la experiencia, y de las múltiples dimensiones de la Realidad.
 
4
Si algo hay que combatir, si algo hay que maldecir, es a la Maldad, y no a los "malos".
Significa que cuando llega la hora de reconvenir, de regañar, cuando se hace necesario suministrar una reprimenda, o incluso un castigo, durante todo el proceso recuerden que ustedes están combatiendo a la maldad de una persona, y no a la persona por ser mala.
Y cuando llega la necesidad y la hora del castigo supremo; cuando es preciso actuar con la mayor severidad ante la mayor maldad, incluso entonces, recuerden que han de castigar la maldad mayor en una persona, y no a la persona por ser muy mala.
Esta es la comprensión que yo les pido, porque esa es la verdadera y la auténtica comprensión.
 
5
La no - manifestación de maldad, por no haber aprendido la maldad, no es una conducta o un comportamiento meritorio.
No es un mérito proceder con bondad, por haber conocido y aprendido la bondad y no la maldad.
Porque en esas circunstancias la persona no manifiesta maldad porque no la aprendió.
Y en consecuencia, si la persona no aprendió ese desempeño no lo puede manifestar, pues así como no es posible ofrecer lo que no se tiene, no es posible manifestar el desempeño que no se aprendió.
 
6
Cuando se enseña a no ser agresivo, se enseña a ser víctima.
Es necesario enseñar la agresividad, y esa enseñanza incluye el conocimiento de las situaciones que requieren aplicar la agresividad.
Cuando no se responde con agresividad ante una conducta agresiva, se le priva a la persona de la oportunidad de apreciar las consecuencias de sus propios actos.
 
7
Es contraria a la naturaleza evolutiva humana, toda enseñanza que instruya en el conocimiento exclusivo del bien, porque desconoce la ley de la dualidad.
Es necesario enseñar a ser bueno, y enseñar a ser malo.
Y es necesario enseñar los valores de la vida que permitirán a la persona, elegir el bien, entre el bien y el mal.
 
8
No hay que rechazar el mal, buscando la bondad absoluta. Porque el exceso de bondad genera un desequilibrio. La ley de la dualidad se activa, y el mal es atraído para compensar la polaridad en exceso.
Hay que aceptar el mal, no rechazarle, no atacarle, sino aceptarle, para entonces enfrentarle y transformarle.
 
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